Mi primera vez (en un chifa)

La primera vez que subí a un escenario (bueno, ya había trepado a algunos en el colegio) fue en un cocktail en el Club Chino de Lima, con una orquesta de jazz que estaba de moda en la ciudad.  Nadie me había llamado a la orquesta, yo fui a rogarle al director que me diera una oportunidad. Le supliqué.

El cocktail era lo menos sexy del mundo: olía a salsa de tamarindo y a chancho al ajo, el micrófono estaba instalado entre dos dragones dorados y a mi lado burbujeaban unos goldfish en una pecera turbia gigante. 

Los nervios me carcomían como si estuviera en medio del Carnegie Hall y el silencio me corroía, pese al laberinto de gente hablando y mozos deambulando con bandejas repletas de cubiertos y vajillas que chirriaban al acumularse unos sobre otros. Un silencio interno de otro mundo, de otra vida, de otro tiempo.

Tenía quince años, me había puesto mi vestido más bonito, con el que iba a los quinceañeros. Mi mamá me había maquillado y planchado el pelo.  Para cuando me tocaba el turno de cantar, ya todo olía a pato.

La canción que iba interpretar con la orquesta, se llama “A Foggy Day”.  Un tema que hoy no escogería para una niña de 15 años que lleva la vida cantando rock and roll con su padre setentero.  Los intervalos son complejos, y fueron aun más complejos de afinar en el espacio estridente que nos rodeaba. 

Fue una pesadilla de nunca acabar, a pesar de ser una sola canción que dura 4 minutos.  Nadie me miraba, nadie me oía, pero yo sentía que todos me señalaban diciendo que era la peor cantante del mundo.  

Finalmente, el director de la orquesta, en vez de apiadarse de mi pésimo debut -y de mi olor a pato- me dijo: Has desafinado demasiado.  Si quieres volver a cantar con nosotros, tienes que afinar.  Canté con ellos tres veces más en las que tampoco fui capaz de afinar de los nervios y luego no volví a verlos.  

Me tomó años sacar la voz de ese director de mi cabeza.  Salió con muchas horas de práctica y de escuchar a Dylan, a Billie Holiday, Tom Waits o Mazzy Star, gente a la que le importaba un pepino afinar y tenía un compromiso con la música, la mística y su obra mucho más profundo que entenderse con la frecuencia de 440 hz.

Tanto, que me da igual si afino o no.  Da lo mismo. Lo mejor fue aprender a reconocer a los monstruos que mutilan pasiones como aquel director.  Y también que no hace falta peinarse tanto.  Por mucho que te hayas peinado, el olor a chancho al ajo es olor a chancho al ajo.

Mi primera «foto de cantante». Tenía 15 años.
Mi mamá me maquilló para cada actuación. Desde el colegio hasta la época del disco Perú Blue (2005).

Publicado por pamelardrgz

Autora/ Compositora/ Cantante

14 comentarios sobre “Mi primera vez (en un chifa)

  1. Esa gente maluca que vino creyendo que era otro tipo de primera vez, debe haberse caído de poto.
    Sobre los dueños o jefes de orquesta, que te puedo decir? Son tan cuadrados que tienen orquestas que replican música en lugar de crearla, que bueno que no le hiciste caso ❤️

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    1. Otro día contaré sobre mi primera vez ….ja aja!

      Y sí, hay muchas personas sueltas por allí siendo poco delicadas con el talento de los que comienzan. No tienen registro del daño que hacen y de lo duro que puede ser superar ese tipo de cosas. No lo hice caso, pero siendo honesta, me costó, como digo en el post, mucho tiempo aprender a callar su voz y el de todas las personas que no creyeron en mí! Un abrazo!

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  2. Muy buena anécdota, pero yo me pregunto, llegaste a probar el chifa del lugar? Como para volver aunque sea por el kalu wantan? A veces hasta la misma gente que te quiere te bajonea, pero que bueno que pudiste superar ese mal rato y salir adelante con tu música.

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